viernes, 3 de febrero de 2012

EL AMOR A LOS SIMBOLOS PATRIOS


Todas las exteriorizaciones castrenses serían meras formalidades reglamentadas o acostumbradas si no tuvieran un sustento básico al que referirse: La Patria. Esta en su más profundo significado, las genera, las vitaliza y nos moviliza a través de sus símbolos, invitándonos a amarla, a respetarla y a defenderla. Los distintivos, símbolos, enseñas o identificaciones, han sido siempre la forma de individualizar y señalar un cuerpo, de entre otros, a un agrupamiento humano de cualquier índole, una forma de pensamiento, una organización internacional, una corriente política, un pueblo, un país, un estado, una NACION...

Se hace la diferenciación particularmente entre estos cuatro últimos términos, casi siempre empleados como sinónimos, pero que analizados a la luz de la historia y de la ciencia política, revelan sus diferencias: Podemos decir que un pueblo es el agrupamiento humano primario, que se da, por lo general, por causas que hacen al hecho de compartir intereses necesidades comunes, entre otras: la lengua, la raza, la religión, el comercio, las posibilidades de alimentarse y proveer seguridad, etc. Unpaís está constituido por aquel pueblo que habiendo crecido y tomado una organización más avanzada, comparte ideales comunes, es decir, sus integrantes se necesitan mutuamente y han ido formando una trama social, que es característica y vital en ese agrupamiento. Se llega al estado, cuando la madurez de este pueblo que venimos observando, vuelve necesario un cuerpo de leyes que mantengan un orden lógico y común a todos sus integrantes, para ajustar las normas, que en su proceso de crecimiento, ha ido adoptando. La NACION, en cambio, aparece cuando aquel pueblo, crecido, maduro, estable y con objetivos comunes que cada individuo hace suyos, llega a identificarse con una proyección particular en el futuro, construye activamente el presente y se apoya en las experiencias que le brinda su pasado, sean estas buenas o malas. Este concepto ya puede identificarse con el de PATRIA.

En muchos casos, ese pasado encierra momentos de sufrimiento, de conflictos y desencuentros, los que pueden darse por la influencia de otros pueblos de similar, menor o mayor edad y madurez, capacidad económica, social, política o militar, que pueden hacer peligrar el presente o el futuro o que hayan afectado al pasado. También otra causa puede ser la falta de entendimiento entre sus integrantes. Pero justamente, la dureza de cualquiera de esos momentos, provee a la amalgama social, de un mayor temple y experiencia. Es en este estadio de su evolución histórica, que este pueblo, ya con identidad propia, busca adoptar símbolos para mostrarse con orgullo al mundo. Estos normalmente, permiten interpretar a través de colores, leyendas o figuras y, en sentido figurado o alegórico, el sentimiento de ese pueblo, sus tradiciones, sus objetivos, su historia...

Saliendo de este marco de definiciones, tratemos de enfocarnos como argentinos, como el pueblo que habita en este país y que luego de un proceso evolutivo histórico relativamente breve, ha llegado a constituirse en un estado – nación. Nos hemos identificado con una bandera, un escudo y una canción patria. En teoría, les rendimos homenaje a sus creadores, creemos honrarlos y manifestarles nuestro respeto, con diversas actitudes que se nos inculcan desde los primeros años de vida en el hogar, y la escuela. Pero, ¿qué pasa, cuando con tristeza vemos el uso de esos símbolos, en forma irreverente, irrespetuosa, inadecuada... ? Frecuentemente, vemos nuestra bandera nacional, sucia, rota y algunas veces, prácticamente irreconocible en sus colores, al frente de edificios oficiales, sin que siquiera – en ocasiones -, se la arríe en los momentos en que corresponde, sin mencionar la falta de unción que tal acto (el izado o arriado), debiera tener. La vemos también usada a modo de capas por parte de los espectadores de eventos deportivos o políticos o pintada con leyendas de tal o cual tendencia. También se la ve en ciertas propagandas, y en diversas manifestaciones que hacen a las costumbres del pueblo, pero el sentimiento de patriotismo, en estos casos, resulta tosco, burdo, barato...

Podrían agregarse espectáculos deportivos o políticos en los que incluso se hacen ondear banderas que tienen mezclados los colores nacionales, con los de uno u otro equipo o partido. También las irreverentes formas en las que se escucha el himno nacional, bajo el pretexto de que “todo es cultura”, en las mismas ocasiones y aún en las escuelas, lugares (teóricamente) en los que debe justamente inculcarse el respeto y amor por los símbolos que nos identifican. Por último, tristemente vemos cuán pocas banderas se ven en balcones y ventanas para las fechas patrias, sin mencionar que éstas, para obtener “feriados largos”, en los últimos años, han visto alterado el día real de sus “festejos”, desvirtuándose éstos y con ellos, el significado de aquellas. Ya prácticamente han pasado al olvido las celebraciones centrales de cada fecha, cuando reunido el pueblo y las fuerzas vivas, se festejaba, cuando correspondía , el día patrio, con actos en las escuelas, plazas públicas, desfiles y diversas manifestaciones cívicas de júbilo, tal como suele verse en otros países.

Estas son sólo algunas de las manifestaciones que pueden relatarse, y ciertamente, se omiten las que deberían ser objeto de actos de desagravio, que no son pocas. Existe una completa legislación que incluye la definición de Símbolos Patrios: su descripción detallada, formas de empleo, homenajes que deben tributársele y aspectos que deben ser tenidos en cuenta para todo efecto, pero en la práctica, como tantas otras leyes, no es observada en todo el rigor de su letra y hasta ignorada, aún por muchos organismos oficiales. Veamos en cambio, otros actos de respeto, amor y hasta de entrega ilimitada por los símbolos patrios y por ende a lo que representan, que suelen observarse pero lamentablemente, por muy pocos argentinos: En el Regimiento de Infantería Mecanizada 7 “Coronel Conde”, en sus cuarteles de la localidad de Arana, cercana a La Plata, expuesta en su esmeradamente cuidada y presentada Sala Histórica, se puede ver la Bandera de Guerra que fuera usada por la unidad desde el año 1961 hasta 1985. El elemento, participó de la gesta de Malvinas, llevando consigo, obviamente, su pabellón, que se deshilacharía batido por las ráfagas del viento malvinero.

El día 11 de junio de 1982, ante el previsible revés de nuestras tropas y la incertidumbre que existía, un grupo de oficiales y suboficiales, conjurados en nobilísimo gesto, la enterraron cuidadosamente en un lugar solamente conocido por ellos, para evitar que cayera en manos enemigas. Al día siguiente, clarificada un tanto la situación, fue desenterrada y desarmada en sus partes componentes, distribuyéndose estas como sigue: El entonces Teniente Jorge Guido Bono, envolvió en su cuerpo el paño. La corbata, despojada de sus condecoraciones, fue escondida dentro del abrigo del Teniente Miguel Cargnel. Las distinciones descosidas, se distribuyeron y ocultaron de la siguiente forma: la Cruz Peruana la llevó el Mayor Carrizo Salvadores cosida en el interior del cinturón; la Cinta de Curapaligüe, la escondió el Teniente Colom en una de sus botas de combate. La Cinta de Callao, la ocultó en el interior de un dedo de su guante de abrigo el Subteniente Alfredo Luque; la cinta de Río Negro fue disimulada dentro del forro de abrigo de su parka por el Suboficial Principal Juan Reyes, y la Cinta de la Toma de Lima fue escondida entre las dos partes constitutivas del casco de acero por parte del Suboficial Principal Humberto Spiletti. En cuanto a los Escudos de Honor Históricos de Caranpangue, Chacabuco y Maipú, fueron distribuidos y ocultados convenientemente por el Teniente 1ro Jorge Calvo, el Subteniente Jesús Martín y el Capitán Julio López Astore. Por último, de la bandolera y la cuja se hizo cargo el Capitán Daneri. Estos cuadros regresaron en forma separada al continente, logrando reunirse en el cuartel del Regimiento de Infantería Mecanizada 3, en La Tablada , que a la sazón funcionó como lugar de reunión y atención del personal repatriado recién el 14 de julio. En aquel momento se reunieron también las partes componentes de la Bandera Nacional de Guerra del glorioso 7 de Infantería...

Actos como este, no ordenados, sino brotados del pecho de estos soldados, demuestran los sentimientos de aquellos que más allá de tener entre sus ritos el juramento a ese símbolo, de defenderlo hasta perder la vida, lo respetan y aman, porque representa a la Patria misma, a su suelo, a su gente, a su estilo de vida, a sus tradiciones, su pasado, su presente y su futuro... La lectura de este episodio, redactado en un prolijo cuadro ubicado al pie del cofre que contiene a esta bandera, emociona vivamente y hace reflexionar acerca del silencioso y casi ignorado gesto de este grupo de personas. Ellos aún expuestos a circunstancias límite, no dudaron en adoptar esta medida, que sin duda ha quedado vivamente grabada en sus memorias y en la del Regimiento. Pero se sabe muy bien que este episodio no fue ni único ni aislado. Hubo otros semejantes en casi todos los elementos participantes del conflicto y de los cuales, muy poco se conoce.

Es para meditarlo. Y es para preguntarse también si el episodio que protagonizara esta bandera, ese símbolo que se guarda ahora como una reliquia para venerar en el sagrario de su cofre en la Sala Histórica de la Unidad , no debiera ser dado a conocer públicamente, extendiendo el espíritu de la medida a una legislación a aplicar en todo el territorio nacional, que realmente eduque sobre el amor y vele por el respeto a los símbolos nacionales... Roguemos siempre para que la sola mirada a nuestra enseña, renueve el espíritu patriótico de una Nación que no desea serlo sólo de nombre... y a nosotros, hombres de armas, nos recuerde permanentemente aquel juramento a la bandera que hiciéramos cuando, muy jóvenes y llenos de idealismo nos incorporáramos a nuestro querido Ejército, de defenderla hasta perder la vida.